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La práctica meditativa interna es un espejo de los hábitos y las habilidades con los que funciona la mente en el mundo externo (cuando los sentidos están conectados).

Son incontables las veces que mi práctica interna se ve interrumpida como consecuencia de la forma en que suelo enfrentar mi vida cotidiana. A veces me limita el dolor físico u otro síntoma corporal; en otras ocasiones la falta de confianza o el miedo a la entrega que subyace en mi mente. En ocasiones mi impaciencia o la obsesión por un logro impulsado por mi esfuerzo propio; también mi práctica interior se ve interrumpida por el miedo a lo desconocido.

En la práctica interior intento situar la atención entre pensamiento y pensamiento, pero infinidad de contenidos mentales surgen de mis mundos emocionales y racionales. Tampoco puedo afirmar que esto solo ocurre mientras permanezco con los ojos cerrados navegando en mi universo interno.

En ambos mundos ocurren las mismas cosas: invaden los variados sentimientos y pensamientos originados en el día a día. Las inquietudes cotidianas se reflejan tanto dentro como fuera de mi mundo interior. ¿Qué opción hay para impedir el continuo centrifugado mental que suele acontecer cada vez que intento cerrar los ojos y llevar la atención a la quietud interior?

Una opción es romper con las propias zonas de confort y aprovechar las situaciones cotidianas para atrevernos a enfrentar los límites que nos suelen asustar o paralizar. Debemos abrir los brazos a nuevas experiencias: improvisar, crear, ser temerarios o temerarias; probar con nuevas experiencias. La mente enfrentada a la propia impotencia promueve una lucha que, de vencer, nos transforma interiormente, incluso logra catapultarnos a formas de cognición más eficientes como es la no-dualidad.

Otra opción se fundamenta en fluir, es decir, pasar de una habilidad a otra sin interrupción alguna. Por ello debemos de reconocer las propias habilidades, promocionarlas y expresarlas a través de las innumerables simetrías comportamentales en que pueden expresarse. Se parece a fluir en la cresta de una ola mientras esta está en su punto más álgido.

Cada vez, es más importante, reconocer las propias habilidades internas y fomentarlas. También es importante reconocer las propias habilidades externas e igualmente expresarlas. Nuestros mundos interno y externo interactúan uno sobre otro, se conjugan, se influyen. Así, desarrollar las habilidades se convierte en un maravilloso e interesante ejercicio a poner en práctica tanto en las escuelas como en el hogar, los entornos artísticos, el deporte, etcétera.

La práctica interior se forja introduciendo una variedad de habilidades tales como la paciencia, la ecuanimidad, la espera, la confianza y entrega, la no intervención ante el propio silencio y desidentificación del cuerpo, entre otras muchas opciones.

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