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Hablar en público no es un actividad sencilla para las personas que no estamos acostumbradas ni formadas para ello.

Alguna vez que me ha tocado dar una charla he puesto en práctica pautas importantes que se deben tener en cuenta a la hora de comunicar, pero entre el escaso bagaje que tengo en la oratoria y los nervios que se presentan al exponerme frente a la mirada del atento público, cuesta trabajo cumplir con todos los detalles.

¡Maravillosa habilidad la de la oratoria!

El jueves pasado di una conferencia en Huesca titulada: “El Arte de Meditar Jugando”. En la sala había algo más de 100 personas y, en esta ocasión, me enfrentaba al reto sola.

Elaborar un guión y llevarlo a cabo nunca me ha funcionado. Aún así, llevé en mente algunas ideas e hilos conductores de estas, con la confianza de que brotarían, sí o sí, en el momento oportuno.

No hay nada que más vergüenza ajena me haga sentir que escuchar a una persona emitiendo ideas profundas sin poseer la experiencia empírica de lo que se comparte y cuando esto ocurre el discurso es hueco, insustancial y  no llega a las personas, cosa que en mi opinión, sería un fracaso.

Mis únicos temores entonces eran que las ideas salieran de manera caótica, inconexa y desordenada, y que los nervios me llevaran a perder las habilidades de la espontaneidad, la naturalidad y la honestidad en la palabra.

El evento empezó, las piernas temblaban un poco pero arranqué a hablar. A día de hoy no recuerdo mucho lo que dije pero vi la gente mirándome con atención.

A ratos aparecía la inquietud por esas miradas escépticas que parecen evaluarte. A ratos, se me escapaba alguna broma que hacía brotar pequeñas sonrisas. A ratos la sala estaba tan espesa de silencio, que si me hubiera lanzado al vacío, el espacio me hubiera contenido.

Y es que la conferencia fue un continuo de ratos maravillosos. Un continuo de ratos de atención sin apenas la intervención del «sentido protagónico». Un continuo que se convirtió en lo único válido sin esperar ningún resultado después.

Triunfé. No por el éxito o la carencia de él. Triunfé porque asumí el reto de plantarme frente al público y hablar sin saber muy bien qué iba a ocurrir. Triunfé porque no tuve apetencia de ningún logro específico. Triunfé porque di todo lo que se y todo lo que soy. Triunfé porque aprendí y crecí. Triunfé porque la experiencia volvió a reconstruir mi mundo interior.

Ojalá me hubieran entrenado en la infancia en el arte de la oratoria porque hablar en público es una de las experiencias más atrevidas y presenciales que se puede vivir.

Pronto podré compartir el vídeo de la conferencia. Mientras tanto, en este link encontraréis la entrevista ofrecida al Diario del Alto Aragón.

https://www.diariodelaltoaragon.es/NoticiasDetalle.aspx?Id=1182954

Recuerdo también que está abierta la inscripción al curso de Atención y habilidades innatas. Herramientas indispensables para el aprendizaje”. Más información e inscripciones aquí:

https://www.fundacionibercaja.es/huesca/curso-atencion-y-habilidades-innatas-herramientas-indispensables-para-el-aprendizaje

Gracias a AMAVI, a la Fundación IberCaja, al grupo de EAE de Huesca, al Congreso de Salud y Conciencia (Alberto y Nuria. Estudio 28) y a toda la gente que acudió a conocer el “Arte de Meditar jugando”.

¡GRACIAS!

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Gracias a ti eres muy buena comunicadora y tu sencillez en las explicaciones, tu sinceridad y humildad me entusiasmaron. Si triunfas te puedes estar contenta de ti misma. Un abrazo Anne nos vemos en el curso. Un abrazo

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