Saltear al contenido principal

En estos días de encierro y confusión extendida por doquier en relación al coronavirus, pues la cabeza da para todo.

En mis 35 años jamás había vivido algo así. SI se lo comentara a un anciano o anciana de 95 me diría que esto no es nada, que lo que ellos vivieron con la guerra fue peor.

Seguramente sea así. Si este encierro de 2 días ya es agobiante y nos quedan por lo menos 2 semanas más, no quiero imaginar cómo fue aquella época donde poco se podía hacer, opinar, etcétera y que además la violencia e injusticia llenaban las calles.

Ayer fui al supemercado a primera hora porque después tenía que trabajar y la estampa me pareció de película. Largas colas, gente con mascarilla y guantes agarrando los carros de la compra, la entrada era por turnos, las estanterías estaban sin reponer desde el fin de semana lo que hacía que hubiera muy pocas cosas y en la puerta había personas de la policía y de la guardia civil.

Cierto es que debemos ser cuidadosos/as para no colapsar los centros sanitarios y las personas de riesgo puedan ser atendidas como es debido, pero a mí esto de encerrarse y no poder dar una vuelta a la manzana en soledad me parece hasta patológico. Patológico porque así, sin airear la cabeza, la mente empieza a pensar en la situación, en lo que vendrá después, en el nene pequeño que no aguanta más en casa, y un infinito etcétera.

Ya nos han asustado. Y no solo eso, sino que si no lo han conseguido, ponen a la policía para enviarnos a casa con una multa, o sea, que si no tememos el virus, tememos la multa.

Finalmente, el miedo es el mejor mecanismo de control que se le puede ejercer a la ciudadanía.

MIEDO

El miedo lleva al instinto y paraliza. Busca mantener una perpetuidad egóica sin que se haga a través de un proceso lógico y coherente.

Ante el miedo solo hay duda y ninguna certeza es firme. El miedo lleva a huir de la naturaleza individual regida por condiciones individuales y colectivas válidas, lleva a una desesperación de subsistir sin razón alguna.

El miedo entra a la psique y somatiza en el cuerpo, bajando sus defensas, enfermándolo e impidiendo que se mueva con soltura. Genera reacciones primarias físicas como el sudor, el llanto, parálisis, temblor e inquietud.

El miedo lleva a que las certezas firmes construidas se resquebrajen.

Y así, sin certezas firmes, nos volvemos vulnerables ante cualquier contratiempo de la vida, vulnerables ante aquellas fuerzas que quieren controlar y a las que finalmente, acabamos cediéndoles el poder y las riendas de nuestras vidas.

Es innegable que ante las situaciones críticas debemos responder con responsabilidad y aceptar las cosas tal cual son. Finalmente, todo son sacudidas a las áreas de confort e invitaciones al cambio y al aprendizaje.

Pero, ¡ojo! no perdamos la atención sobre el propio eje. Ese que está construido de pura atención, certezas y habilidades innatas y que nos sostiene a pesar de todo. Ese que jamás puede ser arrastrado por el miedo, la culpa u otro tipo de emoción, Ese que nos hace únicos, únicas y diferentes al resto de personas.

Atentos y atentas a no dejarnos llevar por el miedo porque sino, cuando nos demos cuenta, estaremos muy lejos de nuestra naturaleza cabalgando sobre certezas ajenas, perdiendo la capacidad de discernir, perdiendo la capacidad reflexiva, la naturalidad y el pensamiento crítico.

¡¡Ánimo a tod@s!!

Esta entrada tiene 6 comentarios

Responder a ana arana Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies
X