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Hace pocos días en una red social, leí un trozo de texto y un debate que surgió a raíz de este.

El texto planteaba a rasgos generales, que no se debía obligar a los y las niñas a compartir. Más cuando las personas adultas les denegamos el uso de cosas diciendo que “esto no te lo dejo que es mío y me lo puedes romper”, por ejemplo.

Plantear estas ideas que pasan tan desapercibidas me parece interesante e impulsan a la reflexión.

En esta ocasión pude leer opiniones de todo tipo. Por un lado había personas que decían que cómo aprenderían los y las peques a compartir si no se les inculcaba esto. Por otro lado, comentaban que es mejor compartir que no hacerlo porque de esta manera nos hacemos “más solidarios”, “más humanistas”.

Yo no quise entrar en el debate porque hacerlo en las redes es un horror. Se malentienden muchas cosas, no se puede decir todo lo que se quiere y ningún emoticono logra sustituir los gestos, tonos y actitudes de la persona que comunica.

Desde un punto de vista moral, todas estas opiniones son validas por igual, pero con la iglesia hemos topado. En este debate no hay salida. Seguir catalogando el comportamiento y las acciones humanas en mejor, peor, bueno y malo solo lleva a perpetuar ideas como la culpa, el castigo, etcétera.

Planteémonos el modelo cognitivo. Éste no categoriza las acciones ni el comportamiento. Para este, compartir con «sentido protagónico» (sentido egoíco, a cambio de una satisfacción personal, o porque se es más nosequé….) y no compartir son similares, puesto que quien intoxica la cognición es precisamente este.

El modelo cognitivo tiene como eje central la Atención Eficiente y la respuesta en función de las Habilidades Innatas, es decir, la respuesta natural al Presente que corresponda vivir.

¿Por qué en vez de plantearse compartir, no compartir, sufrir o no sufrir, tener miedo o no tenerlo y crear hábitos en función de estos, no nos planteamos estar atentos/as y salir de la propia ignorancia?

¿Por qué no acompañamos a reconocer las habilidades propias? ¿Por qué no acompañamos a conocer la mente y sus funciones? ¿Por qué no enseñamos que cualquier emoción como el miedo, la ira, etcétera es un objeto mental observable como otro cualquiera que intoxica la cognición?

Al sistema cognitivo de la infancia actual cada vez le importan menos las categorías y le importa más Saber o Amar, que en definitiva son lo mismo.

IMAGEN CABECERA: Una fracción de un cuadro de NICOLAI SENIN

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