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No me gusta hablar de lo que comentaré hoy, pero un ser muy querido me lo ha pedido y lo hago por él. Compartiré una experiencia que me ocurrió el otro día relacionada con un estado cognitivo de Atención Eficiente.

Como he dicho ya en varias ocasiones, la atención tiene grados o niveles de eficiencia; dependiendo de estos se produce mayor o menor aprendizaje. A mayor eficiencia, mayor aprendizaje.

Al primer estado de Atención Eficiente se le denomina Concentración. Cuando se está en Concentración se puede integrar y conocer más información sin ningún tipo de esfuerzo que cuando la atención está constantemente moviéndose de un objeto a otro o está en “Babia”.

Lamentablemente, las personas en general, no tenemos la habilidad de permanecer en Concentración por mucho tiempo seguido. Esta capacidad se va perdiendo poco a poco, allá por los 6-8 años. Se dice incluso que el 75% de las horas del día estamos percibiendo el mundo de formas muy poco eficientes, es decir, con tipos de atención inestables asociados a comportamientos muy ajenos a la propia naturaleza y dirigidos a alcanzar metas específicas, con el esfuerzo que esto conlleva.

Pero la Concentración, aunque es interesante, no deja de ser más que el primer peldaño de estados cognitivos que pueden llegar a ser muchísimo más eficientes; increíblemente eficientes.

Hay formas de cognición que no son frecuentes en la experiencia consciente cotidiana del ser humano. Es más, se desconoce que puedan existir estados cognitivos profundos, quietos, sin fronteras, de total libertad, sin el uso de substancias que alteren el sistema nervioso (drogas, plantas, medicinas, …)

No sé por qué motivo las culturas, religiones, ciencias y/o filosofías no se han preocupado de investigar esto con detenimiento. Quizás porque algún personaje importante experimentó un estado profundo y vio que la experiencia era tan viva y tan cercana a una libertad real, que temió que otras personas la conocieran y dejaran de ser vulnerables al control o al sometimiento.

En fin, voy con la anécdota….

La semana pasada me sorprendí con un estado intenso en el mundo externo (con los sentidos conectados). Me desperté, dieron la noticia que dentro del confinamiento pasábamos a la fase 1. Por variar, no salí a caminar al amanecer, sino que decidí esperar al mediodía para hacerlo (malentendí las normas).

Desayuné y seguido me puse a trabajar con el ordenador. No sé muy bien cuántas horas fueron las que estuve entre escribiendo en el ordenador y atendiendo otros mensajes, pero diría que entre unas 3 o 4. En todo ese tiempo mi atención estuvo totalmente volcada en las actividades que hacía sin dejar una mínima fisura para que pensamientos, emociones u otras inquietudes innecesarias se colaran en la mente.

Evidentemente en aquel momento no me daba cuenta de ello, pues al permanecer en Concentración el «sentido protagónico» no participaba y en consecuencia, no había quién se identificara ni apropiara de las actividades.

Cuando di por concluidas las tareas apagué el ordenador, me levanté de la silla y noté que la percepción sobre el entorno era diferente a la habitual. El espacio físico parecía otro. Las fronteras entre objetos no estaban claramente definidas y todo tenía más color. Había como una sensación parecida al mareo, pero sin molestia, con absoluta consciencia. Me calcé las zapatillas y salí a caminar a la playa. Todo era extraño. Todo se veía lejos y cerca a la vez y no me encontraba en ningún lugar. Era las piedras, los pies, el cielo y las olas, pero mi historia personal no existía. Ni recuerdos ni referencias sobre mi identidad.

Caminaba y caminaba con la libertad de no tener rumbo ni límite. El ritmo estaba ralentizado. No sé si iba rápido o despacio, pero avanzaba sin esfuerzo. A ratos sentía un impulso por diluirme aún más con el cielo y el mar, como si estos fueran imanes.

Finalmente me detuve y me quedé quieta contemplando el horizonte. Quieta en cuerpo y mente. Todo era de una alegría intensa sin euforia, de una viveza dulce que acariciaba el corazón de alguien que no existía en ese instante. El estado permaneció durante unas horas.

Esta forma de conocer el mundo es el segundo estado de Atención Eficiente y se le llama Concentración no-dual asociada al mundo externo. Ocurre cuando te conoces y conoces los objetos de percepción al mismo tiempo. La historia personal del sujeto y las referencias que tiene de sí mismo se desvanecen, apareciendo el Presente en todo su esplendor.

Pero hay más. Mucho más. La cognición puede llegar mucho más lejos. Sé por terceras personas que hay quienes logran inundarse del abismo que está más allá del tiempo y del espacio. En un existir sin límites se convierten en el origen de las cosas. Siempre he anhelado conocer aquellos mundos a los que estoy segura de que la mano amable del Presente un día me conducirá.

Mientras tanto, tan solo vivo sabiendo que aunque ahora sigo siendo esclava de la mente, algún día reinaré sobre ella.

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