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TERNURA

Es un sentimiento de los más dulces que nacen en el corazón humano. Te obliga a reaccionar entendiendo que proteger la vida vale más que cualquier otra cosa. Florece cuando ves un ser desprotegido y le consideras lo suficientemente valioso para cuidar de él. Enaltece el alma, pues promueve el sacrificio personal sin el más mínimo conflicto ni duda. Te lleva a ver al otro sin crítica observando con dulzura todos sus defectos sin juzgarlos. La ternura abre los ojos y permite que las lágrimas caigan limpiando con su salinidad la húmeda estela que deja a su paso.

Ser tierno es un espejo en el que te miras cuando ves la dulzura en el corazón de un niño o simplemente cuando la espontaneidad de un adulto se viste de risas. A veces encoje el cuerpo, como queriendo evitar salir de él; hace que las manos se relajen y los dedos se escondan mirando hacia sus palmas. A veces, produce un suspiro, pero siempre alienta una risa. La ternura es la expresión más infantil del amor.

 

SENSIBILIDAD

Te permite reaccionar y reconocer las diversas expresiones de la vida. Te otorga la sorpresa que denota la viveza de las cosas y la fuerza con que impactan en tu mundo interior. Ser sensible lleva a que el mundo impacte con una fuerza especial que anula todo lo que le rodea. Lleva que el murmullo se escuche desde lejos, a que un brillo se convierta en destello o que un simple sentimiento se transforme y eclosione en el corazón tal como lo hace una bomba que detona.

Ser sensible es un don que suele infringir dolor por no ser entendido, pero que ofrecido de manos abiertas a la vida llena satisfacción y fuerza interior a quien lo vive. Ser sensible es como el ojo del ojo o el oído de oído; es como un sentido adicional de cada sentido. Permite ver lo que nadie más ve y escuchar la dulzura que esconde el silencio. La sensibilidad transforma el alma cuando el dulce abrazo de la vida lleva a que los corazones compartan lo que sienten.

 

EL APEGO-DESAPEGO

El apego es como un tablón de madera al que se acoge el naufrago para salvar su vida. El madero permite flotar, aunque las olas intenten hundir al marino. De igual manera el apego conduce a la prolongación del «sentido protagónico», impidiendo que el espejo de la vida revele su invisibilidad e inexistencia.

A su vez, el desapego tiene dos formas de expresión: una es el alejamiento de aquello que se considera incorrecto; es decir, una vía netamente moral y otra es el no-apego, aquella que florece con la aparición del discernimiento.

El no-apego es una actitud cognitiva nacida del desprendimiento y surgida ante la vida cuando el discernimiento habita la mente o el corazón de quien camina y respira. El no-apego relaciona y acerca al mundo sin necesidad de esconderse o alejarse de él. El no-apego requiere del mundo, pero no lucha por poseerlo o controlarlo. El no-apego no necesita del mundo, pero tampoco lucha por poseerlo o controlarlo. El no-apego es una herramienta maravillosa para acercarse al mundo sin necesitarlo, para compartir sin depender, para vivir sin temor al conflicto del «yo».

Imagen cabecera: https://www.pexels.com/es-es/@andreas-wohlfahrt-231047

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