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En los últimos tiempos estoy recibiendo a muchas personas con necesidad de orientación. La gente lo está pasando mal.

Echamos la responsabilidad al panorama producido por el COVID pero eso no es más que una circunstancia que ha servido, una vez más, para sacar a la luz formas de vida en las que la sociedad (colectivo e individual) estaba “acomodada”.

Mi camino desde hace años se ha ido construyendo sobre los cimientos de la filosofía advaîta. Lo complicado de esta filosofía es que plantea el conocimiento del Ser y para ello no utiliza las vías que frecuenta el ser humano, estas son, las morales o las psicológicas.

El advaîta propone el correcto manejo de la atención como única herramienta que nos sitúa en el Presente.

*Nota 1: El Presente (Cognitivo) comienza a desplegarse desde un estado de Atención Eficiente o Concentración y se hace más profundo en estados superiores de Concentración no-dual y/o Meditación.

Como decía al inicio, en la última época atiendo a muchísima gente en estados psicológicos bastante delicados de inquietud, desesperación, depresiones, etcétera y siento una frontera cada vez más grande entre mi forma de percepción y la que se me plantea con estas personas.

Después de probar diversas terapias y advertir la insuficiencia de estas en mi sistema, me decanté por practicar la atención para habitar el Presente el mayor tiempo posible, pues es ahí donde toda duda e inquietud desaparecen. Por eso y por experiencia sé que la salida terapéutica más eficiente es educar la Atención Eficiente y desplegar las Habilidades Innatas.

Así entonces y teniendo en cuenta que no soy terapeuta sino, más bien, pedagoga o acompañante, cuando atiendo o asesoro a alguien trato de buscar y rescatar sus habilidades y ofrecer estas como salida a sus problemas.

Pero veo que la gente no se conforma con eso. Veo que prefieren regocijarse en heridas creadas en el pasado y perpetuar el sufrimiento. Veo que no quieren decidir y apostar por algo que les construya, pues emprender este camino implica romper con muchas áreas de confort, viejas creencias y hábitos profundamente arraigados.

También implica enfrentarse al miedo, a la soledad, al desamparo, a la precariedad, o estar frente a la oportunidad de conocerse, rescatarse, construir la vida según criterios propios, decidir por unx mismx y un largo etcétera más. Esto no es lo frecuente.

Por ejemplo, cuando me cuentan su problemática y busco la salida más constructiva y natural para sus sistemas, noto que quieren escaparse y no asumir las riendas y el compromiso con sus vidas. Se justifican, echan la culpa a terceras personas, repiten una y otra vez cuál es su dolor, dejan de escuchar los consejos hasta que encuentran un hábito interesante por fácil para incluir en sus vidas.

En general, las personas esperamos que de la nada salga una varita mágica que de un toque nos solucione la vida. Pero lamentablemente para algunxs y por suerte para otrxs, nadie puede vivir la vida de otra persona.

*Nota 2: cualquier problema e inquietud que se nos presenta siempre es el conglomerado y la consecuencia de muchos asuntos previos mal gestionados y sin solucionar.

A veces me siento cansada. A veces es desalentador ver que decidimos sufrir y quedarnos en “lo malo conocido”. Me da pena. Mucha pena.  A veces no sé cómo cortar el hilo entre la persona que atiendo y yo tras estar con ella y ver que me he quedado sin energía.

Creo que aún me faltan herramientas que me ayuden a no hacerme responsable del dolor ajeno (aunque sea inconscientemente) y cumplir con mi Dharma.

Y también me faltan herramientas para demostrar que vivir en el abismo y en la incertidumbre es un campo de aprendizaje muy interesante.

Lo que la infancia actual está viviendo y padeciendo es bastante triste y qué mejor que ser ejemplo de saber torear en la adversidad. No olvidemos que los que ahora tienen 3, 4, 5, 8, 10 años dentro de diez serán adolescentes y quizás tengan que vivir en un panorama más incierto que el actual. Serán la consecuencia de lo que ahora están gestando. Serán el producto construido en función de los hábitos construidos y reforzados para adaptarse y defenderse en estos tiempos.

Así que seamos valientes, dejemos de esquivar el conflicto y el dolor y miremos de frente a lo que la vida nos dispone para aprender. Con dignidad. Con compasión.

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