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Nuestro cuerpo es como el álbum de fotos que guardan nuestros familiares en la balda del armario de la sala. Es como el cajón de aquellos objetos que vas cogiendo o te van regalando por cualquier esquina y que guardas a pesar de que no sirvan para nada y solo ocupen un lugar que podría ser aprovechado de forma más eficiente.

Si a la mente le llamamos el vehículo interno, al cuerpo, con sus sentidos y funciones le llamaré el vehículo externo.

El cuerpo lo guarda todo. El cuerpo lo sabe todo. Cualquier experiencia vivida tiene su impronta en algún lugar de él.

Es más, gracias al cuerpo es posible soportar tanto experiencias complicadas como aquellas que trascienden a la propia persona y van más allá de los límites físicos.

En la infancia, por más que nuestros progenitores intenten educar de la mejor manera posible, siempre ocurren circunstancias que enfrentar y para las que no tenemos herramientas desarrolladas.

Muchas de esas experiencias llevan implícitas un impacto de tensión, de dolor, de miedo, de susto, etcétera. Inclusive, la mayoría de las ocasiones, esas experiencias las llevamos al olvido, hacemos como si nada hubiera pasado.

Pero la memoria física nunca olvida. Los impactos, vivencias y necesidades de protección quedan registrados en forma de hábitos posturales. Y al igual que mantener un hábito psicológico supone un gasto innecesario, así, el hábito corporal genera un agotamiento del sistema sin darnos cuenta de ello.

Hace años que acudo a recibir terapia y acompañamiento físico para trabajar precisamente todas estas facetas que comento. A través de situar la atención en aquellas zonas del cuerpo donde hay tensión (o incluso, aparentemente no la hay) y siendo consciente de la respiración como herramienta propia acompasada al ritmo de la vida, he podido conocer hábitos comportamentales creados desde bien pequeña.

La ventaja de este trabajo es que lleva a Comprender, y que la Comprensión es una de las vías que hace que un hábito se convierta en habilidad, que un hábito muera sin un esfuerzo personal. Y todo ello deriva en que el cuerpo despojándose de los hábitos de tensión, adquiere mayor capacidad para fluir en habilidad.

Un ejemplo de esto es que en los últimos años, debido a que mi forma de pisar se ha modificado he tenido que renovar mi calzado en varias ocasiones y al mismo tiempo, mi confianza en la vida ha aumentado.

Antes usaba muy poca área de la planta del pie para apoyar mis pasos. Caminaba “a medias”, pasaba por la vida de puntillas, sin demasiado arraigo. (Dejo a vuestra imaginación pensar qué más hábitos escondía ese patrón físico…).

Ahora, los hábitos posturales de miedo a la vida, desconfianza, desarraigo etcétera, se han convertido en confianza, atrevimiento y seguridad a partir de la Comprensión devenida de un proceso de atender el cuerpo y su posición.

Al cuerpo en muchas civilizaciones, culturas y religiones se le ha tratado como templo de los deseos que llevan al pecado, a la destrucción, etcétera.

En las escuelas, la habilidad postural, gestual o física en general se trabaja poco (en la etapa infantil sobre todo a través de ejercicios de psicomotricidad, con aulas con cojines, bloques, etcétera).

En las etapas de primaria en adelante, esta área se desarrolla en las horas de educación física las cuales en los últimos años ya son casi inexistentes.

Dentro de las herramientas que un educador o educadora tiene a mano para conocer a sus peques o adolescentes, la IMPROVISACIÓN es una excelente estrategia que determina patrones físicos asociados a comportamientos.

Como educadores/as solo debemos permanecer muy atent@s observando sus gestos, si hay rigidez o no en su posición, donde la hay más, si hay apertura de pecho o no, si hay grado de libertad en algunas partes, etcétera y conoceremos lo más frágil y valioso que pretenden esconder.

La IMPROVISACIÓN es la herramienta que sirve para desnudarnos ante el mundo en un presente cualquiera y puede destapar lo mejor y lo peor de las personas, pero siempre, siempre, lleva a aprender de un@ mism@. Siempre lleva a Comprender.

Brinda la oportunidad de convertir en un instante el hábito en habilidad.

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