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En una diminuta aldea de la India vivían en una chabola una madre con su pequeño niño de 6 años llamado Mishka. Ella cuidaba del ganado y de las tareas domésticas mientras el chiquitín estaba en la escuela.

De la casa a la escuela debía haber casi una hora de viaje caminando, pues esta quedaba bien lejos. Cada mañana, Mishka, preparaba su petate con el cuaderno y algo de almuerzo y emprendía el camino en soledad.

Una vez cruzaba los terrenos rurales, el miedo empezaba a corroerle pues siempre que llegaba a una estrecha carretera, en el mismo lugar, veía una serpiente parada.

Era sabido por la zona que había serpientes muy venenosas y que alguna vez habían atacado a personas llevándolas incluso a morir.

Por eso, Mishka no quería ni mirarla, ni se paraba a observarla y mucho menos, era capaz de acercarse a donde estaba. Pero inevitablemente, no había más camino que aquel y sí o sí debía transitarlo.

Un buen día en la orilla de la carretera, vio a un anciano sentado muy cerca de la serpiente. El niño, no daba crédito y desde lejos le preguntó nervioso al viejito que cómo se atrevía a permanecer sentado al lado de semejante bicho peligroso.

El anciano, imperturbable, le respondió que lo que veía era Maya.

Mishka sorprendido, aceleró el paso y continuó sin más preguntas, su viaje hacia la escuela. Lo único que pensó es que por lo menos, aquella serpiente tenía el nombre de Maya.

Al día siguiente, ocurrió la misma situación y de nuevo el pequeño temeroso, gritando de lejos, volvió a replicar que cómo se le ocurría permanecer cada día al lado de la venenosa serpiente.

Esta vez el anciano, con sonrisa de complicidad, cogió la aparente serpiente de un extremo y sin soltarla, se la lanzó a Mishka.

Este asustado, dio un salto para atrás pero enseguida, confió y se atrevió a observar. Pudo comprobar que aquello que parecía ser una serpiente, no era nada más que una soga. Así que cogió el extremo y cuando tuvo este en la mano, el señor pegó un tirón y acercó a Mishka a donde él estaba solicitándole que se sentara a su lado.

Ahí entonces, con una suave voz el anciano le explicó que conocer Maya sería una de las más valiosas comprensiones que podría llegar a obtener en toda su vida.

Tras esto, Mishka dejó de temer pues supo de una vez por todas, que Maya, la serpiente, solo era una ilusión y que atreviéndose a observarla de cerca, desaparecía y con ella, toda pregunta e inquietud.

* En las antiguas filosofías de la India el término Maya hace referencia a ver cómo real algo ilusorio. Maya es como un sueño que mientras se duerme se ve como real, pero al despertar se diluye y desaparece como si nunca hubiera existido.

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